miércoles, 18 de diciembre de 2013

Puro Maldini

Tenía ganas de leer el libro de Julio Maldonado porque siempre he admirado la capacidad que demuestra para asimilar tantísimo fútbol y tan diferente. Y tuve la suerte de que unos buenos amigos me lo regalasen para mi cumpleaños, demostrando un buen conocimiento sobre mis gustos.

'Puro Maldini' podría pasar en algunos fases por algo parecido a una enciclopedia, ya que detalla partidos y circunstancias del fútbol mundial de diferentes épocas que objetivamente todo buen aficionado debería conocer. Y en otras la narración de hechos toma un cariz personalísimo, con vivencias muy concretas del autor y de quienes le rodean; no en vano, los capítulos finales son una sucesión de relatos de amigos sobre la figura del protagonista.

Como investigador (a mi manera, por supuesto) del fútbol, acercarme a lo que Julio relata me ha servido para empatizar aún más si cabe con él. Son impagables las cosas que cuenta acerca de su forma de conseguir partidos, de almacenar y transportar ingentes cantidades de revistas especializadas de fútbol de diferentes países o de fabricar bases de datos en las que obtener al minuto cualquier información relevante. Eso es posiblemente lo que más me ha sorprendido del libro, porque he descubierto que en algunas de esas cosas me parezco bastante a él.

Por lo demás, el retrato de la cubierta en mitad de un parque de bolas se asemeja bastante a lo que el fútbol supone para Maldini (en el libro tenemos también la oportunidad de conocer de dónde le viene este curioso seudónimo), y el subtítulo le hace plena justicia: pasión. Este calvo es un auténtico apasionado del fútbol y hace muy grande este deporte, hasta el punto de ser capaz de despertarte las ganas de ponerte urgentemente a ver fútbol, ya sea el que él cuenta o cualquier otro, y aprender para poder llegar a ser capaz de disfrutar tanto como él lo hace.

La lectura se me ha hecho corta. Por una parte no quería sorbérmelo para que se acabase demasiado pronto, y por otra, me habría gustado encontrar un relato más amplio, con más vivencias y más impresiones sobre partidos. Una persona con tanto conocimiento futbolístico no debería limitarse a escribir un libro como este, con detalles de aquí y de allá y ciñéndose a una determinada brevedad (posiblemente la editorial tenga mucho que ver en eso). Para eso, en mi humilde opinión, quizá sea mejor no hacer nada, sobre todo cuando salta a la vista que hay material para abarcar un análisis mucho más completo de cosas que se le han quedado en el tintero y que reconoce él mismo. Pero bueno, quizá haya más 'Puro Maldini' en los próximos tiempos. Los esperaremos con interés.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Sorry

Hace cinco minutos que he terminado de leer 'Sorry', de Zoran Drvenkar. 691 páginas electrónicas ante las que me enfrentaba sin más referencia que este tweet de @ricardo_bosque que en su día, como suelo hacer con muchos que contienen recomendaciones, guardé en el listado de favoritos esperando la ocasión propicia para hacerme con él.




691 páginas electrónicas que me han absorbido desde el principio. Con un ritmo muy constante de atención, sin apenas altibajos. Una trama densa, bien construida, narrada de una forma absolutamente majestuosa, manejando los tiempos verbales con una soltura enorme, dando al lector solo lo justo en cada momento para mantenerlo ahí, para que no se pierda, para que esa incertidumbre permanezca, para que las ganas de seguir con la novela estén intactas.

'Sorry' me sirve bastante para ejemplificar las diferencias que a mi juicio hay entre una novela policiaca y una novela negra. Hay libros que pueden ser las dos cosas a la vez, pero hay otros muchos que son solo una cosa sin ser la otra, por más que a la hora de clasificarlos, las editoriales y la crítica en general los metan en el mismo saco. 'Sorry' no es una novela policiaca (aunque salen policías) y sí es una novela negra. Muy negra. Incluso me atrevería a decir que es algo más que una novela negra, que por su forma de enfrentarse a la muerte y de contarla se aproximaría más al gore, a algo que quizá sea demasiado exagerado para mi gusto, pero que sin embargo me ha parecido un ejercicio fabuloso de escritura, y por consiguiente de traducción, imprescindible para cualquier amante del género en cualquiera de sus variantes.

Con 'Sorry' he podido experimentar además a conciencia algo dificilísimo en los tiempos que corren, como es esperar a terminar la novela para ver la cara del autor. Hasta hoy solo recordaba haber hecho esto con Jesús Carrasco, el autor de 'Intemperie'. Se trata de algo complicado, incluso con autores que se leen por primera vez: normalmente, si el libro es de papel, siempre aparece una foto suya que uno no tiene más remedio que encontrarse antes de empezar la lectura. El hecho de enfrentarse a un formato electrónico, sin embargo, permite este "anonimato controlado", una manía como otra cualquiera que quizá los lectores compulsivos como yo puedan entender, y que aconsejo practicar. Y puedo decir que la cara de Zoran Drvenkar me ha sorprendido. No la desvelo por si alguien quiere hacer lo mismo que yo he hecho.

Sí. Ya sé que sobre el argumento he contado muy poco. A quienes estén habituados a pasar por este blog no les sorprenderá en exceso, porque suele ser casi la base de las reseñas. Y esta ocasión no va a ser una excepción. Con lo expuesto es suficiente para saber de qué tipo de libro hablamos y qué es lo que nos vamos a encontrar. Insisto pues, sin más, en la recomendación. Merece la pena acercarse a 'Sorry'.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Risas con Safier

El alemán David Safier se ha convertido en una apuesta literaria segura. Desde que en 2007 publicase 'Maldito karma', sus novelas han sido esperadas con interés y siempre han mostrado un nivel bastante ajustado a esa espera: 'Jesús me quiere' (2008); 'Yo, mi, me... contigo' (2010); 'Una familia feliz' (2011, la que nos ocupa); y 'Muuu' (2012).


No en vano, Safier apostó desde el principio por un estilo muy definido en el que se maneja como pez en el agua y que está consiguiendo madurar con el tiempo: partir de una historia aparentemente inverosímil y de unos personajes disparatados, a los que coloca en situaciones rocambolescas, para divertir al lector sin renunciar ni mucho menos a verter una crítica velada a diferentes aspectos de nuestra sociedad.

'Una familia feliz' no es una excepción. En ella, los Van Kieren forman un conjunto heterogéneo en el que cada uno tira por su lado: al padre, Frank, cansado de su trabajo en una entidad bancaria, le cuesta comunicarse con la madre, Emma, una librera acomplejada por su físico, y viceversa; a su vez, ambos son incapaces de acercarse a Ada, la hija adolescente rebelde, y Max, el chico introvertido con una inteligencia superior a la media. Una noche, volviendo todos de una fiesta, se enzarzan en una discusión que acaba en trifulca y en la que coincidirán con una mendiga que hará cambiar por completo sus vidas.

Solo con echar una foto a la cubierta de la edición de Seix Barral, que está en la foto, se puede intuir por dónde van a ir esos cambios, pero aun así yo prefiero pararme aquí y que sea el lector el que lo vaya descubriendo. Sí puedo decir que las risas están aseguradas, y que por mi parte han superado a las que me eché con las otras dos novelas que he leído del autor ('Maldito karma' y 'Jesús me quiere'). Como digo, desde un punto de vista formal, las semejanzas son muchas, pero se nota una evolución positiva en Safier. La ironía y los juegos de palabras alcanzan aquí un techo respecto a las otras dos, y pese a la singularidad de los personajes, no es nada difícil que nos veamos reflejados en mucho de lo que se cuenta. El éxito ha sido tal que se prepara ya una película de animación para versionar este relato; si se hace bien, sin duda puede ser un pelotazo seguro en la gran pantalla.

Hay que destacar también el compromiso de David Safier con el mundo en que vivimos. Según cuenta en una nota al lector al final del libro, gracias al éxito de su primera novela 'Maldito karma' pudo crear la Gutes Karma Stiftung (Fundación del Buen Karma), con la que busca contribuir a la escolarización de niños en países subdesarrollados o en vías de desarrollo, y cuya historia describe en esta web que os dejo por si os manejáis bien con el alemán, ya que la iniciativa sin duda lo merece.

Una novela para reír sin renunciar a pensar.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Calle Erottaja

Pasé una tarde por el escaparate de una librería y no pude evitar detener la mirada en un tocho bastante voluminoso que se titulaba 'Calle Erottaja'. El autor no me sonaba de nada pero tenía un apellido eminentemente finlandés, y en el subtítulo rezaba "un thriller de alto riesgo financiero". Me acabó de predisponer en su favor el extracto de una crítica que también figuraba en la parte de abajo de la cubierta: "esta novela habla directamente y sin tapujos a todos los titulares de cuentas bancarias". Que en los tiempos que corren, es casi lo mismo que decir a la inmensa mayoría de la población.


Por ello, cuando tuve la oportunidad de hacerme con él en versión electrónica, y a pesar de contar con nada menos que 953 páginas en mi configuración para este aparato, siendo así la obra más extensa que he acometido desde que me estrené en este formato, decidí priorizar su lectura antes que la de otros libros que llevaban (y llevan) ya esperando un tiempo.

Karo Hämäläinen (con tres diéresis nada menos) es un periodista nórdico especializado en noticias económicas que construye una novela de ficción a raíz de un hecho real ocurrido en su país y que le tocó cubrir en su trabajo: el derrumbe del banco islandés Kauphting, ocurrido el 9 de octubre de 2008, que dejó a más de diez mil finlandeses sin posibilidad de retirar sus ahorros.

El ritmo de 'Calle Erottaja' es trepidante, pero cuesta conectar con ella al principio. Los tecnicismos financieros aparecen demasiado pronto y en mi opinión exigen un conocimiento de la situación más especializado que el que pueda tener el lector medio. El libro puede resultar una aproximación al conocimiento de los sucesos que dieron lugar a la ruina que tenemos en lo alto en estos momentos, pero no mucho más allá de eso. Por lo tanto, el reclamo de su cubierta resulta demasiado ambicioso; puede que se dirija directamente a los titulares de cuentas bancarias, pero otra cosa es que éstos logren entenderlo en toda su complejidad, y que aguanten una novela tan larga partiendo de esta premisa.

El autor, Karo Hämäläinen
A pesar de todo, si pasamos por alto ese maremágnum de cuestiones específicas, queda una historia entretenida y con una trama bien hilada a base de secuestros, tensión sexual y dosis de suspense. En este sentido, y sustituyendo el núcleo económico por uno médico, podría decir que el autor me recordó mucho a Robin Cook en la forma de desarrollar su historia, aunque la traducción en este caso quizá sea más pobre, o también más difícil de lograr al no venir directamente del inglés.

Leído el primer tercio de 'Calle Erottaja', tenía mis muy serias dudas de que me fuera a compensar el esfuerzo, pero analizado ahora en su conjunto, lo cierto es que no sabría qué decir. No sabría si recomendar su lectura o no. Eso sí, quien espere encontrar algo parecido a otros escritores nórdicos que han llegado a nuestro idioma, como Paasilinna, Larsson o Indridason, que tenga claro que no tiene nada que ver con todo eso, ya que no hay ironías, ni asesinatos, ni policías. Pero puede que sí una decente novela.

martes, 19 de noviembre de 2013

Use las escaleras

Pocas veces se tiene la suerte de asistir a la creación de una novela desde el principio sin que uno sea el autor. No ya a la publicación, sino a la primera idea, al primer esbozo de argumento, a la sucesión de un capítulo tras otro, a la evolución propia del proceso... Conozco a David de la Purísima desde hace muchos años y con 'Use las escaleras', que lo convierte en escritor de pleno derecho, he tenido la posibilidad de vivir todo esto que describo por primera vez, lo que sin duda me convierte en un privilegiado.


Eso seguramente también puede hacer que esta reseña no consiga ser todo lo imparcial que debería, por más que me lo proponga, pero no puedo desatender la petición de David, que me solicita expresamente además esa objetividad.

El relato está ambientado en la década de los ochenta, en un Madrid que ha dejado atrás definitivamente el oscuro pasado de la dictadura para abrirse a un futuro mejor. Ese futuro es el que busca Isidro, un joven de pueblo que aterriza en la gran ciudad con una oportunidad laboral bajo el brazo y que dispone de techo en un bloque de vecinos muy diferentes entre sí, que con frecuencia muestran una cara y esconden otra. 

'Use las escaleras' no puede escapar a su condición de primogénita en determinados momentos, pero su autor trata de compensarlo echando mano de un recurso que acaba convirtiéndose en su principal punto fuerte: el dinamismo de la narración. 138 páginas divididas en un prólogo, 52 capítulos y un epílogo resultan la estructuración más adecuada cuando lo que se quiere, aparte de contar, es también sugerir al lector y crear en él una suerte de suspense propio de las novelas de asesinatos. 

La presentación escalonada de los personajes y la aportación de los puntos de vista de varios de ellos sobre un mismo hecho permiten además tener una representación bastante completa de todo lo que sucede. Isidro no es más que un hilo conductor que se utiliza para representarnos un panorama de caracteres que, por su diversidad, pretende llegar a todo tipo de público.

La novela, que cuenta con su propia web, está publicada por Ediciones EK y disponible tanto en formato electrónico como en papel. Es una maravillosa oportunidad para apoyar la creación literaria novel en una época en la que resulta especialmente complicado abrirse paso.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Tú y yo

Hacía ya varios meses que tenía guardado entre mis favoritos un tweet de mi amiga @dianaruiz76 con una mención a este libro como un "relato precioso". Suelo hacer mucho caso a los libros que lee la gente en la que confío, y más o menos pronto o tarde, me gusta acometer a mí también sus lecturas, porque de todas formas, algo hay que leer, siempre. Y recientemente pude por fin hacerme con 'Tú y yo' en formato electrónico.



Estamos ante una historia nada extensa y de lectura muy rápida, que absorbe. Eso ya lo hace de entrada recomendable para cualquier tipo de lector. Lorenzo (destripo argumento en lo que queda de este párrafo), un niño con dificultades para relacionarse socialmente, simula pasar una semana esquiando en compañía de sus amigos invitado por la madre de uno de ellos, cuando en realidad lo que hace es estar recluido en un sótano aislado del mundo y dando rienda suelta a sus pensamientos. Su tranquilidad se verá turbada por la visita de Olivia, su hermanastra, y ambos se darán cuenta de que se necesitan mucho más de lo que piensan.


El autor italiano Niccolò Ammaniti ha creado una novela redonda y en la que quedan perfectamente controlados todos los detalles. A partir de ahí, el debate está servido: padres que no tienen capacidad para establecer un control realmente eficaz sobre sus hijos, que nunca se han parado a escucharlos, a indagar sobre sus comportamientos... No me atrevo a comentar mucho más acerca de un libro tan corto y que es tan recomendable descubrir por uno mismo de principio a fin. Eso sí, más que 'precioso', yo elegiría para este relato el calificativo de 'impresionante'.

Son solo 130 páginas de la editorial Anagrama Compactos y un fácil acceso electrónico. No desaprovechen la oportunidad.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Lo que encontré bajo el sofá

Muchas ganas tenía de enfrentarme a 'Lo que encontré bajo el sofá'. Me causaron muy buena impresión tanto 'El bolígrafo de gel verde' (ya reseñado en este blog) como Eloy Moreno y su empeño en hacerse escritor por encima de casi todo. No dudé y en cuanto se produje su lanzamiento editorial me hice con ella.

La acción principal se sitúa en Toledo. Los primeros párrafos nos anuncian que pasarán una serie de cosas, que poco a poco se nos van desvelando, y que siempre tienen como escenario esta ciudad. La promoción turística que se hace de ella es desde luego inmejorable, hasta el punto de que aun habiendo estado ya allí, como es mi caso, te entran unas ganas irresistibles de volver a ir.

La narración es dinámica. Está salpicada de sorpresas casi constantes. La alternancia de la primera persona (cuando Alicia, la protagonista, nos va contando su historia) con la tercera (cuando se detallan sucesos y aspectos que pertenecen a otros personajes a modo de narrador omnisciente) le hace perder toda posible monotonía, si bien tengo que decir que a mí me ha parecido que en esta ocasión la prosa de Eloy pierde un poquito de frescura respecto a su novela anterior, cosa que más o menos se podía esperar. No era fácil desde luego mantener un nivel de fluidez tan alto, al que de todas formas se acerca bastante porque sigue manteniendo esas figuras argumentales que tanto bien hacen a su lectura.

A lo largo de las páginas se entrelazan una serie de ingredientes bastante heterogéneos entre sí, que podrían tener como nexo común su rabiosa actualidad. Este hecho posiblemente acercará la obra a muchos lectores muy diferentes unos de otros, ya que la multiplicidad de asuntos hacen que quien más quien menos se vea reflejado con algo, con mucho o con casi todo.

Hay una canción de Ismael Serrano, 'Amores imposibles', que he recordado constantemente a medida que me adentraba en la lectura del libro. Igual me equivoco, pero me arriesgaría a decir que para Eloy es una canción de cabecera. No digo para nada que haya pretendido copiarla de algún modo, ya que no es en absoluto así, pero... no sé, resulta difícil de explicar. Digamos que puede haber un germen común entre ambas creaciones, que nacen de una idea muy similar. Eloy la ha hecho novela e Ismael la hizo canción así



En definitiva, y para terminar con la parte de la reseña que todo el mundo puede leer: hoy en día vivimos en un mundo muy perro y muy difícil. Nunca ha sido sencillo, desde luego, pero hoy está todo peor que nunca. En esa tesitura, todos y cada uno de nosotros puede hacer gestos para mejorar un poco las cosas. Unos en mayor medida y otros menos, pero siempre siempre se puede hacer algo por contribuir a que el mundo cambie. Y Eloy Moreno lo ha hecho escribiendo esta novela. Como dice el anuncio (que pongo a continuación para los curiosos y porque su realización es impecable, aunque no sé a quién se le ocurrió el brillante invento de los 'booktrailers', como si esto fuera una película), "la novela de una generación indignada".



A continuación voy a disertar particularmente sobre algunos aspectos y voy a desvelar trama, así que si no has leído la novela, es mejor que pares aquí.

Dentro de que, como he dicho, existen varios ingredientes, si hay un timón absoluto en esta novela es la infidelidad. La protagonista es infiel y vive asolada por los remordimientos, que no puede dejar a un lado, pero eso no le impide disfrutar del momento con su amante una y otra y otra vez. Llega un momento en que necesita confesarlo, y se desahoga hasta con tres personas diferentes. A medida que esto sucede se va dando cuenta de que lo suyo no es tan raro, ya que cada una de esas personas también carga con una infidelidad a sus espaldas. Con matices en cada caso, pero infidelidad al fin y al cabo.

¿Todos somos infieles? La reflexión al respecto resulta muy interesante, pero también muy descorazonadora. Uno tiende a sacar la conclusión (por lo que se cuenta, sobre todo al final) de que es imposible ser feliz con una misma pareja durante toda una vida, y yo tengo ejemplos muy cercanos que indican lo contrario.

El misterio. Está presente desde el principio de la trama en forma de misteriosas inscripciones repartidas por toda la ciudad. He de decir que al final se desvela todo y que me parece posiblemente la "minihistoria" más interesante de lo que se cuenta a lo largo de estas más de 300 páginas.

Otros dos ingredientes son muy diferentes entre sí pero la novela los interrelaciona de algún modo: el acoso escolar y la galopante corrupción política de nuestros días. En ambos casos un personaje de profesión policía se erige en inesperado justiciero que amenaza de muerte a la amenazadora (en el caso del acoso) y que extorsiona al político y prepara el campo para que una revuelta popular irrumpa en un pleno del Ayuntamiento y deje malheridos a varios concejales. Y resulta que todo el mundo lo ve como algo maravilloso, como una forma fantástica de arreglar las cosas. Esta visión hace que, como resumen final, no pueda decir que la novela me haya gustado. El tratamiento de 'ojo por ojo' que se les da a estas cuestiones queda de alguna forma justificado por el hecho de que las leyes están hechas para proteger a los malhechores, un argumento tan pobre como discutible. Quizás habría sido oportuno, en mi humilde opinión, intercalar también otro punto de vista dirigido a arreglar las cosas de una forma un poco más civilizada.

Y nada más. El resto, ¡contádmelo vosotros!

viernes, 18 de octubre de 2013

Cita con nuestro Jaritos de siempre

Es 1 de enero de 2014 y los países europeos en los que más fuerte ha pegado la crisis se desmarcan del euro. Grecia vuelve a los dracmas, Italia, a las liras, y España, a las pesetas. Este es el imaginario escenario en el que nos sitúa Petros Márkaris en el primer capítulo de su 'Pan, educación, libertad', octava novela de la serie del comisario Kostas Jaritos y tercera de la denominada "Trilogía de la crisis", a la que precedieron 'Con el agua al cuello' y 'Liquidación final'.


Como ferviente seguidor de esta colección de buenas historias policiacas, aguardaba con ansia la aparición de este volumen. De hecho es uno de los pocos libros que en los últimos tiempos he esperado a conciencia que salga para comprarlo, sin recurrir a bibliotecas u otros medios. Y debo decir que, muy posiblemente a consecuencia de esa expectación, me he quedado con ganas de más. No digo que sea peor que las anteriores, ni mucho menos, pero sí quizá más corta, o un poco menos elaborada, o demasiado futurista con ese planteamiento del cambio de moneda que parece que por ahora no se va a dar en la realidad, si bien hay que tener en cuenta que el original griego de Márkaris es de 2012 y esa opción no le debió parecer tan descabellada. De hecho no lo es, solo que parece improbable ya que se dé dentro de dos meses y medio. Por lo menos en España.

Estamos ante 253 páginas que me he devorado casi en una sentada, acostumbrado a que la mayoría de las otras entregas estuvieran cercanas a las 400. Jaritos sigue describiendo al detalle todas sus rutas atenienses calle por calle, lo que le sirve para ilustrarnos acerca de dónde se dan las principales manifestaciones. Sigue con su Seat Ibiza que jubiló al Mirafiori, sigue lidiando con Guikas (su jefe directo) y con los periodistas, y sigue entreteniéndose leyendo el diccionario de Dimitrakos. Sigue adorando a su hija Katerina y formando un tándem perfecto con su esposa Adrianí (que precisamente es así de perfecto en parte por las desavenencias que tienen), una circunstancia que rivaliza en interés con las tramas policiales propiamente dichas y que cuando estas pueden resultar algo más flojas, como sería el caso de esta entrega, incluso las supera. Sigue, en definitiva, en esto y en algunas cosas más, siendo todo como las veces anteriores, lo que constituye una buena noticia ya que precisamente, al menos en mi caso, eso es lo que los lectores tendemos siempre inconscientemente a volver a buscar.

En una visión muy personal, creo que en esta ocasión Márkaris, sin dejar de retratar la caótica situación que nos asola (que lo sigue haciendo sin tapujos), ha querido también vendernos un mensaje un poco más optimista. No sé si porque realmente él tiene esa visión, o porque cree que necesitamos que no todo sean malas noticias una detrás de otra. Y para transmitir ese halo de ligera esperanza ha tirado de dos pilares básicos en el génesis de todo ser humano: la familia y la amistad. Así, por una parte, la forma en que se mantiene unida la familia Jaritos para afrontar los recortes es envidiable, teniendo en cuenta además que a ella se suman en esta ocasión nuevos miembros. Y por otra, la amistad se llama Lambros Zisis. Es destacable el peso específico que ha adquirido este personaje con el paso de los años, partiendo de una relación con Jaritos que comenzaba en circunstancias muy difíciles, y llegando a convertirse en una especie de mentor para Katerina ('tío Lambros' le llama).


Podría entrar mucho más en detalle en los aspectos que he comentado, pero para eso desvelaría inevitablemente trama, y ya sabéis que eso no me interesa. Para quien ha venido siguiendo a Jaritos desde sus inicios, esta novela es obligatoria, sin más. Para quien llegue a él por primera vez, le va a tener más cuenta empezar a leerlo desde el principio, o al menos, afrontar las dos novelas anteriores de la trilogía de la crisis, que cité al principio. Si es aficionado al género le merecerá la pena con toda seguridad.

Por mi parte, seguiré esperando nuevas aventuras de Jaritos, aunque desconozco si Márkaris, próximo ya a cumplir 77 años, estará por la labor. Si no llegan, siempre nos quedará la oportunidad de volver a releer lo publicado, para descubrir nuevos elementos.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Biblioteca pública (digital)

Me gustaría traer a este apartado bibliotecario del blog un artículo de opinión del escritor Lorenzo Silva (en Twitter @VilaSilva) que salió publicado en el Diario SUR el pasado miércoles 9 de octubre. No lo he encontrado en formato digital, así que lo transcribo de la edición de papel del susodicho periódico.

Se titula "Biblioteca pública (digital)".

Uno de los argumentos más pintorescos, pero a la vez más recurrentes, con los que se justifica entre nosotros la piratería digital de contenidos culturales protegidos por los derechos de autor, se resume en que dicha actividad viene a procurar el libre acceso a la cultura. Según esta argumentación, quienes copian libros, películas o música sin el permiso de sus autores, y luego enlazan a las copias no autorizadas, serían una especie de gestores informales del servicio público que provee de cultura gratuita a la población. Algunos apologetas van más allá, alegando que este servicio tiene singular legitimidad en un país con seis millones de parados que carecen de renta para costearse su ocio cultural, y en tanto que los perjudicados (por los contenidos digitales que dejan de vender) son grandes corporaciones y opulentos autores que en el pasado se han enriquecido sin tasa.

Digo que el argumento es pintoresco porque la gestión de los servicios públicos suele hacerla la Administración, directamente o a través de contratista o concesionario seleccionado con publicidad y concurrencia, y nunca por medio de quien se postula para ello por sí y ante sí; y menos si esa postulación, como ocurre con muchas páginas de enlaces, implica un jugoso negocio propio al margen del interés público y en perjuicio de tercero. Por otra parte, cuando los poderes públicos consideran necesario prestar un servicio, lo hacen pagando a sus proveedores (por ejemplo, los fabricantes de equipos médicos o las compañías de suministro de energía u otros consumibles) y no confiscándoles a éstos aquello que resulta preciso para desarrollarlo. Luego esos costes se repercuten al ciudadano vía tasas o se financian con impuestos, pero en ningún caso se legitima la requisa.

Estoy de acuerdo con la conveniencia de favorecer el acceso a la cultura de quienes no tienen medios, y con que eso sea un servicio público. Lo que ocurre es que hace tiempo que se inventó: se trata de la vieja biblioteca pública, que en este siglo XXI debe desarrollar su dimensión digital, propiciando ese acceso mediante pactos con los productores de contenidos culturales que permitan ponerlos a disposición de los ciudadanos, sin coste para los más desfavorecidos y si acaso con una tasa módica (pongamos 10 o 15 euros al año), mientras dura la crisis de las arcas públicas, para quienes sí tienen renta. Con esa tasa, y en lo que ésta no alcance con cargo a impuestos, cabría prever una remuneración razonable y limitada por el uso (que no descarga) a los titulares de los derechos, fiscalizada y garantizada por los poderes públicos en función de la demanda real de cada una de las obras. Limpio, transparente, equitativo, y sin esos Robin Hood que se erigen en justicieros y que, se pongan como se pongan, distan de ser garantes del bien común.

lunes, 7 de octubre de 2013

Ni de Eva ni de Adán

Tengo un altísimo concepto de Amelie Nothomb como escritora. Se lo ha ganado ella misma, a pulso, con cada uno de los libros que ha escrito y he tenido la suerte de que lleguen a mis manos. Muy lejos de la obligada necesidad que otros y otras parecen tener de escribir mamotretos para contar más cosas, la belga (japonesa de nacimiento) lleva la concisión por bandera y como ya expliqué en la primera mención que le hice en este blog (la cual os recomiendo que veáis, aquí, antes de seguir con esta entrada), con novelas que en ningún caso superan las doscientas páginas y que se pueden leer con toda tranquilidad en un día es capaz de crear maravillas. Ya sean autobiográficas o no.

Y ese altísimo concepto va más allá de que sus libros sean mejores o peores. Va más allá, incluso, de que me gusten o no. Porque tras 'Diario de Golondrina' y 'Estupor y temblores', ambas magníficas, tuve que pasar por un muy mal trago con 'Higiene del asesino' (escrita íntegramente en modo dialogado y que no me transmitió casi nada), y decidí darle muy acertadamente nuevas oportunidades con 'Ácido sulfúrico' (un brillantísimo y no tan extremo retrato del panorama televisivo que tenemos) y con 'Ordeno y mando', enigmática historia de suplantación de identidad. Hasta llegar, por último, a la que nos ocupa, 'Ni de Eva ni de Adán', que me ha dejado en un punto intermedio.

Las novelas de Nothomb (van publicadas ya veintiuna según Wikipedia, aunque no todas están traducidas todavía al español) se podrían dividir en tres grandes grupos: las autobiográficas; las no autobiográficas; y aquellas en las que, participando la autora en la trama, no pretende narrarnos su vida. Ninguna de las que he leído pertenece a estas últimas.

Al igual que 'Estupor y temblores', 'Ni de Eva ni de Adán' se clasificaría entre las autobiográficas, y podríamos decir que abarca un periodo más amplio de su existencia, el cual va desde que regresa siendo veinteañera a Japón (país del que partió hacia Bélgica siendo una niña de muy corta edad) hasta... otro momento que prefiero que vosotros mismos descubráis por medio de la lectura. De hecho, las peripecias laborales que describe en 'Estupor y temblores' están dentro de la etapa que narra en la novela de título bíblico.

Fiel a mis ideas, no quiero decir ni una palabra de más. Solo me gustaría expresar que albergo la duda de que todo lo que Nothomb narra como autobiográfico le haya ocurrido real y fielmente, ya que algunos pasajes parecen más novelados que otra cosa, aunque tratándose de las costumbres japonesas, tan distantes y diferentes a las nuestras, nunca se sabe.

Hago colofón con un pequeño párrafo que resume un poco la personalidad de la autora, y que puede servir de invitación a sumergirse en su mundo.

"Me atraía la idea de no saber si iba a ver pintura, escultura o una retrospectiva de cachivaches varios. Uno siempre debería acudir a las exposiciones así, por azar, con absoluta ignorancia. Alguien desea mostrarnos algo: eso es lo único que importa". (p. 30).

El viaje iniciático de Vatanen

Arto Paasilinna es uno de los escritores finlandeses más importantes de todos los tiempos. En su país se le adora y sus libros son tratados con absoluta devoción, casi del primero al último. Estamos ante un hombre cuyas obras han sido tildadas de maestras por numerosos críticos, y que los lectores aprecian especialmente porque sabe divertirlos sin dejar ni mucho menos de lado la crítica social.

En mi caso, llegué a él gracias a Te quiero hablar de un libro, ese blog tan útil de Peque Herrera que permanece perenne en mis recomendados. Me hice con 'Delicioso suicidio en grupo', que ciertamente me pareció muy diferente a todo lo que había leído hasta la fecha; y poco después tuve la oportunidad de leer 'La dulce envenenadora', que sin querer ser seguramente tan pretencioso, casi se acabó situando un punto por encima del anterior en cuanto a buenas sensaciones causadas.

Por ello me pareció un momento oportuno para sacar de la biblioteca 'El año de la liebre', que según informaciones a las que había tenido acceso, es el texto que más ha conseguido hacer llegar a la gente, habiendo sido traducido a dieciocho idiomas hasta la fecha y versionado incluso cinematográficamente en un par de ocasiones. Y... como suele suceder en estos casos, me ha resultado el más flojo de los tres, y muy probablemente por haber tenido acceso a esas reseñas tan exitosas antes de leerlo y no después.

Vaya por delante que de todas formas recomiendo el libro. Solo por lo absurdo y disparatado del planteamiento ya merece la pena acercarse a él y sumergirse en esa atmósfera tan particular que Paasilinna sabe crear (te guste o no) y que te garantiza un mínimo de dos sonrisas por capítulo (cuando no son abiertas carcajadas). Pero quizá lo encuentro un punto por debajo del resto porque aquí, además de eso, yo no he sido capaz de ver nada más. Mientras que en 'Delicioso suicidio en grupo' la kafkiana forma de abordar el suicidio (que no en vano es uno de los grandes problemas de su patria) hace que podamos ver muchas cosas más allá; o mientras que en 'La dulce envenenadora' hay un retrato muy voluntario (y que parece involuntario) de la tercera edad, aquí, si hay algo más aparte de una liebre a un hombre pegada, a mí, sintiéndolo mucho, no me ha llegado. Ni siquiera he podido establecer de forma clara una conexión entre la mayoría de los capítulos, hasta el punto de que muchos de ellos pueden ser leídos de forma independiente o salteada con el solo hecho de conocer que esto va de un hombre y de una liebre.

La peculiar historia comienza con el atropello motorizado del susodicho animalito por parte de un periodista y un fotógrafo, y prosigue con la compasión que este hecho causa en el primero (Vatanen), que la cura y cuida de ella durante un sinfín de peripecias a cada cual más esperpéntica. Nuestro protagonista renuncia a la problemática existencia del adulto europeo medio para vivir la suya propia con completa libertad, al margen de toda consideración y despegándose de casi todo vestigio civilizado posible.

El libro consta de poco menos de doscientas páginas y está editado en España por Anagrama (el ejemplar en concreto que tengo en mis manos lo fue en 2011, si bien el texto original del autor nacido en Kittila data nada menos que de 1975), que lo sitúa en los albores de un género llamado "novela humorístico-ecológica". Juzguen ustedes mismos con su lectura.

martes, 1 de octubre de 2013

Particular visión del fútbol de finales de los ochenta

'El delantero centro fue asesinado al atardecer' es la decimocuarta novela en la que interviene Pepe Carvalho como protagonista, y es la decimotercera que tengo la oportunidad de leer, en mi afán de ir abarcando toda la obra de este singular detective de forma cronológica. De hecho, la única que me falta, 'Tres historias de amor', no se debe a otra cosa que a un despiste a la hora de seguir el orden.

Vaya por delante que, a medida que me he ido adentrando en la obra de Vázquez Montalbán, ha crecido en mí la estima por él, hasta situarlo ya actualmente en la categoría de genio. Para los amantes de este tipo de literatura, sus libros son imprescindibles, por el fondo y por la forma. Historias bien estructuradas, magistralmente ambientadas y con la extensión justa para que no dé la tentación de abandonar el libro. Y dotadas de una serie de lugares comunes que se repiten de manera sistemática, contribuyendo a dar una identidad indiscutible al personaje.

De manera inexplicable, no había hablado en ninguna ocasión en este espacio aún de la serie Carvalho. En ella, obviamente, hay obras mejores y obras peores. Pero todas tienen su incuestionable valor. La que ahora nos ocupa, seguramente es la que más me podía interesar desde un principio, por su temática futbolística, pero una vez terminada, creo que se queda sin superar (por poco) a la sublime 'Los pájaros de Bangkok', y está sin duda muy por encima de 'Los mares del sur', el Premio Planeta 1979 que consolidó al autor y que seguramente le permitió que Carvalho llegase tan lejos.

En 'El delantero centro fue asesinado al atardecer', nos situamos a finales de la década de los ochenta. El club de fútbol más importante del mundo (así es referenciado) ficha a un goleador millonario al tiempo que aparecen anónimos que aseguran que será asesinado. Y de manera paralela, un futbolista actualmente venido muy a menos ficha también por un club de categoría regional que lucha por eludir su desaparición.

Una de las cosas que más me llama la atención respecto a la narración de Vázquez Montalbán es la sensación que se tiene en ocasiones de estar leyendo un libro de nuestros días, a pesar de que existen dos décadas de diferencia. En esta ocasión lamento profundamente no haber ido tomando notas mientras leía, como hago en ocasiones, para poder ejemplificarlo de algún modo, pero aconsejo al futuro lector que lo haga si tiene la oportunidad, porque resulta realmente sorprendente. Así a bote pronto, recuerdo por decir algo predicciones sobre el mundo del fútbol, puestas en boca de personajes que viven de él, y que se han cumplido terriblemente en la actualidad.

También es interesante leer a Pepe Carvalho buscando sus lugares comunes. Personajes como Biscúter, Charo, Bromuro o el gestor Fuster; los momentos gastronómicos descritos con todo lujo de detalles; la quema de libros en la chimenea de su casa de Vallvidrera; las escenas de acción... Todo se repite invariablemente en mayor o menor medida, pero siempre creándonos esa incertidumbre de cuándo será la próxima vez.

En definitiva, una obra obligada para los seguidores del detective y amantes de la novela negra en general, y un posible buen punto de partida en el género para el resto de lectores.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Buscar la manera

No entraba entre mis planes de lectura recientes acometer la última novela de Pérez-Reverte, pero así son las cosas. De repente cae en tus manos y se convierte en la primera opción, y una vez comenzada, claro está, hay que terminarla.

Sí diré que me he demorado con ella más de lo que lo venía haciendo últimamente con mis lecturas, aunque si tengo que achacarlo a algo es a que he dispuesto de menos tiempo. No hay razones puramente literarias que lo hayan provocado.

Me gustaría comenzar por el final, ya que hay algo que me ha llamado muy poderosamente la atención. (Tranquilos, que no tiene nada que ver con el argumento). Justo cuando terminan las casi quinientas páginas de 'El tango de la guardia vieja', el autor escribe "Madrid, enero de 1990; Sorrento, junio de 2012". Teniendo en cuenta que precisamente 2012 es el año de publicación de la novela, al que conozca ese dato sin haberse adentrado en ella le sorprenderá de entrada que haga nada menos que 22 años que la comenzó, aunque quizá esa sorpresa se atenúe bastante después de leerla. Y es que estamos ante una obra muy madura. Muy documentada, muy trabajada y redondeada a conciencia, sin detalles dejados al azar.

La narración nos sitúa en tres escenarios diferentes, con su correspondiente separación cronológica, y en los que, sin embargo, los dos personajes centrales no cambian: Max Costa, un bailarín mundano (como se define constantemente) y Mercedes Inzunza, una bella niña bien en búsqueda constante de emociones sentimentales. Ambos se conocen en 1928, a bordo de un transatlántico; ambos se reencuentran varios años después, en Niza; y ambos vuelven a coincidir, pasado otra vez un tiempo y por vez tercera, en Italia. La exposición de hechos alterna siempre las tres épocas con brillantez. Pérez-Reverte logra, con una sencilla y casi inadvertida introducción tras cada pausa, darnos norte puntualmente de cuándo estamos en el barco, cuándo en Niza, cuándo en Sorrento... Y no es tan fácil como parece.

Mi intención obviamente no es descubrir a estas alturas a Arturo Pérez-Reverte. Aunque sí es cierto que no venía leyendo últimamente al ex corresponsal de guerra y no puedo decir si sus trabajos anteriores iban ya en esta línea de casi perfección formal. Pero sin duda 'El tango de la guardia vieja' no es algo que se escriba de un día para otro. La historia se podría contar de muchas formas, no cabe duda, pero para contarla así, con este tiento y este recreo, hace falta mucho reposo. Se le puede achacar cierta lentitud en algunas ocasiones, pero ¿qué libro de 500 páginas logra mantener el mismo ritmo de narración todo el tiempo? El resultado, al final, al menos para mí, merece la pena: siendo un relato tan alejado de lo que me suele gustar leer, el hecho de haberme dejado esta buena sensación obedece sin duda a que el autor lo ha predispuesto a llegar a cualquier tipo de público, pese a no tratar asuntos actuales.

Poco más me queda que decir. Sé que apenas he dejado atisbar el argumento, que casi no he contado de qué va, pero como suele suceder, es mejor abrir el libro y empezar a descubrirlo por uno mismo. Como hice yo. Con calma y degustando una gran lectura.

miércoles, 14 de agosto de 2013

¿Por qué leer este libro cuando puedes leer otros mil?

De entrada, he olvidado de dónde partió el chivatazo que me llevó a interesarme por '¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?'. En esta ocasión no fue ni un tuit, ni un comentario en alguno de los rincones literarios que frecuento en la red, ni la recomendación directa de nadie. Debió ser algo, pero no sé qué. Lo único claro es que el libro estaba ahí, en mi lista de futuribles, y que se me presentó la oportunidad de sacarlo en @BibliotArroyo, así que allá que fui.


El título me engañó desde el principio. Como yo no leo contraportadas ni reseñas, ni críticas, ni nada, ni sabía quién era Jeanette Winterson, esperaba encontrarme algo parecido a un manual de autoayuda, una serie de reflexiones sobre ese concepto tan complicado como es la felicidad. Y resulta que lo que hay tras esa sugerente pregunta son unas memorias de la autora, sin más, porque eso fue precisamente lo que su madre le preguntó cuando ella le confesó que se había enamorado de otra mujer. Pero esto ocurre en la página 126 (de 245), y yo, hasta entonces, no tenía ninguna noticia de ello.


Jeanette Winterson es adoptada, y divide sus vivencias en dos partes (separadas además expresamente por un capítulo breve llamado Intermedio): en la primera narra su infancia y adolescencia junto a sus padres adoptivos, y en la segunda, tras un salto temporal, describe las peripecias que llevó a cabo para dar con su madre biológica.


"Los niños adoptados están descolocados". Esta y numerosas otras sentencias de corte similar salpican la primera parte. La autora se considera una desgraciada por haber ido a parar a manos de una madre extremista en lo religioso, que consideraba la existencia como mero sufrimiento. Que le dio la educación que tenía, en función de lo que era, ni más ni menos, sin negarle el pan en ningún momento y sin someterla tampoco a maltrato, más allá de determinados castigos con los que cualquier madre de la época podría reprender a su hija. Y deduce que, como a ella le fue mal en su adopción, todos los niños adoptados están condenados a vivir de forma desdichada e incompleta, sin más discusión.


Por supuesto que es triste que una madre te queme los libros o que te condene por ser homosexual, pero ¿dónde está la relación entre eso y que sea una madre adoptiva? ¿Acaso muchas madres biológicas no actúan igual? Pues esta reflexión no entra en el discurso de Jeanette Winterson.


"Nunca quise encontrar a mis padres biológicos; si un par de padres ya me parecía una desgracia, dos padres sería algo autodestructivo [...] ¿Padres? ¿Para qué? Aparte de para hacerte daño". Así de categórica comienza la segunda parte, y sin embargo, unos cuantos párrafos después, y sin que acabe de quedar clara la razón, la escritora se ve inmersa en toda una aventura llena de obstáculos burocráticos, que en ocasiones salva descarada y exclusivamente por su fama, hasta dar con su madre biológica. Y cuando da con ella, poco importa que la dejase tirada ("no la culpo, creo que hizo lo único que podía hacer"), porque es maravillosa, es naturalmente el contrapunto absoluto a la adoptiva, admite su opción sexual y está orgullosa de tener por hija a una afamada novelista. Ahora.


Esto en cuanto al contenido. La forma, por su parte, tampoco salva el libro para mí, sino que lo acaba de rematar negativamente. A pesar de afirmaciones como "solo se me daban bien las palabras" y muchas otras que encontramos en esa línea, la británica me parece, sinceramente y con todos mis respetos, tanto a ella como a sus miles de lectores, una escritora muy del montón. Como ya he explicado otras veces, es probable que la traducción, en este caso de Álvaro Abela Villar, tenga mucho que ver en esto. Pero si no es así, desde luego, en mi percepción personal estamos ante una prosa poco ocurrente y nada deslumbrante, que por supuesto no me va a llevar a leer Fruta prohibida, que como se encarga de contarnos ella misma a la mínima que tiene cualquier oportunidad, es su más famosa y galardonada obra. Y pese a ese no ser nada del otro mundo (que reconozco que no deja de ser algo subjetivo, por supuesto), me he quedado esperando una sombra de modestia. De humildad. De valores que no le inculcaron sus padres, pero en los que, por desgracia, tampoco consideró oportuno educarse ella misma.


Es de justicia no obstante reconocer que el libro tiene un punto positivo. Solo uno, pero lo tiene. Y es el maravilloso alegato bibliotecario que encontramos en la página 101, y que me permito el lujo de transcribir por su enorme actualidad además: "Hoy en día parece muy sencillo destruir las bibliotecas -sobre todo llevándose todos los libros- y decir que los libros y las bibliotecas no son relevantes en la vida de las personas. Se habla mucho de la desestructuración y la alienación de la sociedad, pero ¿qué otra cosa podemos esperar cuando nuestra idea de progreso elimina los centros que tanto hicieron por mantener unida a la gente?".


Solo a mi empecinamiento en no dejar un libro sin terminar debo el haber tenido la voluntad suficiente como para haber podido encontrarme este mirlo blanco dentro de un volumen insufrible, intrascendente y que poco creo que pueda aportar más allá del círculo de influencia de su autora.

miércoles, 17 de julio de 2013

De qué hablo cuando hablo de correr

A pesar de estar calificado como "el más célebre novelista japonés" en esta edición de Tusquets que acabo de terminar, lo cierto es que no había oído hablar de Haruki Murakami por primera vez hasta hace muy poco, y fue curiosamente en el desarrollo de una entrevista de trabajo en grupo, donde alguien lo resaltó como su escritor favorito. Coincidió que dos o tres días después apareció por mis redes sociales un tweet del alpinista y aventurero en general Jesús Calleja, recomendando un libro suyo, cuyo título me pareció además muy sugerente, 'De qué hablo cuando hablo de correr'. Lo busqué en la biblioteca y di con él, por lo que me pareció una buena forma de tomar contacto con su obra.




Aunque no me gusta curiosear las contraportadas ni las impresiones que aparecen en las pequeñas biografías de los autores que hacen las editoriales en los ejemplares, ya pude apreciar antes de empezar a leerlo que no se trataba de una novela, y que ni siquiera era un libro de ficción. Estamos, según identifica el propio Murakami en el epílogo, ante "algo así como unas 'memorias'", una serie de textos escritos en una época determinada y cargados con cierto tinte autobiográfico, en los que reflexiona sobre los motivos que le llevaron a hacerse escritor y la intrínseca relación que ello tiene, según su punto de vista, con su hábito de correr. Estas dos ideas van de la mano constantemente, y en torno a ellas gira casi todo lo que encontraremos a lo largo de las 230 páginas (fotos incluidas), aunque el escritor nipón nos obsequia también de vez en cuando con algún que otro pensamiento o creencia de carácter más general.

Se efectúa una división de nueve capítulos, más un prefacio y un epílogo. Aunque se hable mucho sobre el hecho de correr, hay que decir que no es para nada una guía o manual para aprender a correr, o para consolidar esta práctica entre gente iniciada. En determinados momentos se centra un poco en la preparación concreta de uno de los maratones a los que asistió, por tener especial interés para él, o en la descripción de pruebas de triatlón, en las que también participa. Pero por lo general toca de pasada aspectos técnicos como el tipo de zapatilla o las superficies, y ni siquiera menciona (y me he quedado esperándolo) algo a mi parecer tan importante como el régimen alimenticio necesario para soportar un ritmo atlético como el suyo. Eso puede tener sus pros, como el mayor dinamismo que impide a la narración, pero también sus contras entre aquellos que busquen un libro específico sobre práctica deportiva, algo en lo que 'De qué hablo cuando hablo de correr' no encaja.

Cada uno sacará sus conclusiones particulares, pero por dar alguna pincelada breve, diré que el libro me ha gustado mucho. Al margen de que comparto con él la afición de correr (aunque no la practique mucho) y la pasión por escribir, resaltaría dos motivos para justificar este gusto: por un lado, resulta metódico hasta la saciedad, lo cual siempre agradezco; y por otro, me ha parecido un tipo muy consciente de la responsabilidad social que alberga como escritor, que no es poco. Me cuesta un poco reconocerlo, pero es así: leyendo a Murakami me han entrado más ganas que nunca de dejarlo todo y dedicarme, con todos los riesgos que ello pueda conllevar, a escribir un libro y a darme por lo menos la oportunidad de dedicarme con cierta seriedad a ello.

No obstante, no sé si esta buena experiencia servirá para atreverme a leer alguna novela suya. Varios amigos me han dicho que no pueden con él, pese a haberle dado varias oportunidades, y como no me gusta nunca dejar un libro sin terminar, sería duro que me pasase lo mismo. Por el hecho de que me parezca interesante su personalidad y escriba bien sobre él mismo, no quiere decir que sus ficciones me tengan que gustar. Es algo que seguiré pensándome de momento. Sí creo, sin embargo, que este libro, al no tener nada que ver con sus novelas, podría ser leído incluso por aquellas personas que no han podido con ellas, por lo que animo a hacerlo.

viernes, 12 de julio de 2013

El bolígrafo de gel verde

Buscando otro libro que en la biblioteca no aparecía en su sitio y que luego no me han dejado sacar, en la estantería de novedades vi de repente 'El bolígrafo de gel verde'. A ciencia cierta no sabía muy bien de qué me sonaba, pero sí que @esperedondo, que es alguien a quien le he leído muchas reseñas de libros y con la que suelo coincidir, había escrito sobre él, lo que me pareció razón suficiente para llevármelo.


En él, un técnico informático de una importante empresa vive atormentado por la rutina y sueña constantemente con la idea de cambiar una vida en la que su familia y un estatus social acomodado no le parecen suficiente. Luego hay obviamente muchos más matices argumentales, pero son esas cosas que me gusta dejar que cada uno descubra por sí mismo a medida que va leyendo.


Se trata de uno de esos libros con los que primero dudas si te habrás equivocado (aunque realmente uno nunca se equivoca cuando decide empezar (que en mi caso significa también terminar, porque jamás me he dejado uno a medias todavía) un libro), en los que pasan las páginas iniciales sin intuir por dónde van a discurrir las siguientes, y que de repente llega a un punto en el que te engancha irremisiblemente, y ya si tienes tiempo lo tienes que terminar ese mismo día, o como mucho al siguiente. La primera referencia al tiempo presente del narrador, que es el personaje principal y del que, por cierto, nunca conocemos el nombre, no llega hasta la página 30, tras pasar además por recuerdos infantiles de hace varias décadas, lo que hace pensar que todo va a girar en torno a esa tónica, pero nada más lejos de la realidad.


Aunque tiene tres partes muy diferenciadas, 'El bolígrafo de gel verde' es una sucesión de constantes vaivenes de todo tipo, hilados muy acertadamente. La prosa de Eloy Moreno (del que luego hablaré) se manifiesta en su ópera prima como un auténtico alarde de dinamismo, con continuos juegos de palabras, con maravillosas figuraciones y con un cuidado extremo de la forma sin llegar en ningún momento al recargamiento, lo que acaba dejándonos muchas frases dignas de conservar ("El tráfico de todos los que llegábamos tarde era insoportable"; "la pestaña que se suicida para colarse en el ojo propio"...). Todo ello, además, hablando de cosas tremendamente actuales, lo que si cabe le concede aún más mérito.


Algo que quizá molesta un poco, sobre todo en la primera de esas tres partes que actúan de divisiones en el relato, es el excesivo anuncio de anticipación (por llamarlo de alguna manera) de que se hace gala. Acaba pareciendo la típica historia donde se justifica que se está contando lo que se cuenta porque viene algo aún mejor, pero luego eso no llega nunca, con lo que se corre el riesgo de que se pase el libro y no solo no se haya contado nada, sino que el lector acabe mosqueado porque se le ha estado creando esa expectativa. 'El bolígrafo de gel verde' adelanta que irán pasando cosas, pero luego por suerte es verdad que pasan, y además ya cuando has llegado a ese punto de lectura adictiva del que hablaba antes, casi te da igual lo que escriba y cómo lo escriba, porque sabes que lo leerás y además con interés.



En definitiva, un libro que recomiendo por su contenido, pero también por su origen, del cual, como casi siempre (y cuánto me alegro de que así sea), no tuve noticia hasta que lo terminé, gracias a que su autor coloca al final una referencia donde explica muy someramente cómo lo creó y difundió. Eloy Moreno, un funcionario del Ayuntamiento de Castellón de la Plana, decidió autoeditarla y acudir personalmente librería por librería con el fin de ponerla a la venta, como cuenta en su propia web. Tras múltiples sinsabores, y casi con las redes sociales como únicas aliadas, consiguió que sus recomendaciones crecieran poco a poco, hasta dar con una editorial interesada, Espasa, que obtuvo para él la dimensión que seguramente merece, demostrando que muchas veces obras sensacionales se quedan por el camino al estar escritas por gente anónima.

lunes, 8 de julio de 2013

Una vida demasiado corta

Actualmente canalizo mi afición al fútbol investigando trayectorias y biografías de jugadores. Es una actividad que me evade y me distrae mucho, algo bastante necesario en estos tiempos de incertidumbre. Hacía ya algún tiempo que había tenido noticias de la publicación de 'Una vida demasiado corta: la tragedia del exportero de la selección alemana Robert Enke', libro traducido a ocho idiomas y rodeado de muy buenas críticas, y previendo que era una inversión segura, decidí, no sin su correspondiente meditación, que abonaría los 19,90€ de su precio, ahorrados concienzudamente, convirtiéndolo así en el libro más caro que recuerde haber comprado en la última década.


El desembolso mereció la pena desde la primera página. Ronald Reng, un periodista alemán afincado en Cataluña, amigo personal de Robert Enke, decide contar la historia de su desgraciada existencia, bruscamente interrumpida por voluntad propia con tan solo 32 años. La esposa de Robert, Teresa, le entrega a este periodista una serie de notas que el propio jugador había ido escribiendo, con el fin de que les dé forma de historia, de que haga que salga a luz un secreto que atormentó al futbolista durante toda su vida, hasta el punto de ganarle la batalla.


Robert Enke, nacido en 1977, es un guardameta que comienza a destacar ya desde corta edad. Juega más de una docena de partidos con la selección alemana para menores de 21 años y pronto tiene su oportunidad en el equipo de Jena, su ciudad natal, en la Alemania del Este. Luego pasa con éxito por el Borussia Moenchedgladbach y por el Benfica portugués, hasta que en el verano de 2002 aterriza en Barcelona para fichar por uno de los clubes más importantes del mundo. Entonces, y a raíz de un mal partido, afloran a su cabeza numerosos pensamientos negativos que hasta ese entonces solo se habían manifestado de forma muy efímera, y sus días se convierten en una pesada carga con la que lidiar, alternando etapas muy negativas con otras en las que entra un poco de luz.


Todo ello es reconstruido por Reng a lo largo de 440 páginas que me ha resultado muy duro leer, tanto por el propio calvario de Enke en sí como por lo mucho que me ha recordado a episodios de mi propia vida. El relato trasciende lo meramente futbolístico y se convierte en absolutamente recomendable para toda persona con inquietudes, que quiera saber más sobre el sufrimiento al que mucha gente, ya sea en primera persona o rodeando a los afectados, tienen que enfrentarse haciendo como si no pasara nada. Eso puede ocurrir tanto en el fútbol como en cualquier otra profesión. "Como futbolista no te atreves a decirlo, porque hay gente que está pasando por situaciones mucho más duras, pero la sensación de estar en el paro no es mejor para un futbolista que para un electricista. Sientes que no vales para nada", confesaba Robert al propio Ronald Reng.


A pesar de una traducción que deja bastante que desear en algunos pasajes, me atrevo a afirmar que su lectura no solo no defraudará a nadie, sino que servirá para ayudar a muchos, empezando por mí mismo. No obstante, para aquellos que prefieran lo visual, existe también este magnífico documental elaborado por Canal Plus y basado en la narración de Reng, igualmente digno tanto por sí mismo como para ejercer de complemento a la obra.

martes, 11 de junio de 2013

Mañana lo dejo

Ya he recomendado este libro en concreto a algunas personas, pero ahora aprovecho para hacerlo con todo el mundo. Si no lo habéis leído, salid de aquí, id, hacedlo y luego venís, si os acordáis. No quiero condicionaros ni un ápice. Ni hoy ni nunca, pero menos hoy.


Cuenta Gilles Legardinier en un apartado final del libro, que ha titulado "Para terminar", que esta es una historia que escribe para las mujeres, porque han sido las que casi siempre le han impedido caer y le han ayudado a levantarse. Sin embargo, y aunque como modesto lector no soy quien para contradecir al propio autor, creo que supera ampliamente esta pretensión. Porque es cierto que en 'Mañana lo dejo', el personaje principal y que lleva todo el peso del relato, Julie, es una mujer. Y no es menos verdad que está secundada por magníficas escuderas, como su amiga Sophie; como la señora Bergerot, dueña de la "boulangerie"; o como la entrañable señora Roudan. Pero en idéntico estado de cosas incuestionables, la historia que nos cuenta también se construye gracias a hombres como el misterioso Ric; como Xavier y su prototipo automovilístico; como Mohamed y su tienda; o como el mismo insoportable señor Calant.


Andar con distinciones entre hombres y mujeres lo único que puede crear es confusión. Obviamente Legardinier habrá tenido sus razones para hacerlo, pero plantear esta obra en esos términos le hace perder mucha fuerza. Disfrutar con una lectura ocurrente y muy adictiva y luego llegar al final y encontrarme con una especie de alegato feminista me produjo unas sensaciones un poco raras, porque para mí había resultado ser mucho más que eso. En mi opinión estamos ante un magnífico retrato costumbrista de nuestros días, que por ser francés no impide que los españoles (y supongo que los habitantes de otros países con los que compartimos un montón de cosas, queramos o no) nos podamos sentir identificados casi constantemente, y por eso me ha gustado tanto. Suponer que pueda interesar más a una mujer que a un hombre, o incluso el mero hecho de andar a vueltas todavía en nuestros días con esas hipotéticas distinciones, no tiene sentido. Pienso que lo que interese a una mujer también puede y debe interesar a un hombre, y viceversa por supuesto, aunque solo sea para enriquecer su visión de las cosas.


Pero en fin. Me estoy yendo mucho por las ramas. Un tweet de mi amiga @dianaruiz76 fue en esta ocasión lo que me llevó a leer este libro, que de otra forma muy probablemente jamás habría llegado a mis manos. Lo hice en formato electrónico aunque luego he visto que también es fácil de encontrar en formato físico en las bibliotecas. En él, Julie, una joven indecisa y a la que le cuesta mantener su posición en las relaciones de pareja, se vuelve loca por Ric, su nuevo vecino, y hace del plan de su conquista el motivo principal de su existencia, implicando a las personas que le rodean. Visto así, la etiqueta de "novela romántica" quizá sí le vaya más al pelo por tanto a 'Mañana lo dejo', pero a mí me ha supuesto también algo mucho más transcendente, ya que no hay un propósito de teorización sobre el amor como sí lo puede haber en otras que haya leído en los últimos tiempos, y sí una situación de este dentro de un contexto vital general que incluye la importancia del trabajo, de las relaciones familiares y de amistad y de otras cosas. "¿Es el efecto que me produce él o le doy tanta importancia porque no hay en mi vida nada más importante?", llega a preguntarse nuestra protagonista. Y luego, hay reflexiones muy buenas también sobre temas como la inmigración.


En resumen, 523 páginas (medidas en formato .fb2) que el autor publicó en su país en 2011 y que ahora han sido editadas por Alfaguara y traducidas con acierto al español por Paula Cifuentes. Y un rato de muy buena lectura.

lunes, 3 de junio de 2013

Muertos de papel (Petra Delicado de nuevo)

Siguiendo con Petra Delicado, he tenido ocasión de leerme este fin de semana el cuarto libro de la saga. Normalmente suelo espaciar un poco los libros que voy leyendo consecutivamente de una misma serie, para alternar, no encasillarme y no tener la sensación de que me leo siempre lo mismo, pero en este caso estaba bastante rabioso por ese 'spoiler' con el que me topé involuntariamente y quería avanzar al menos un título más para ver si ya se producía, cosa que por cierto no ha ocurrido. Aunque también tengo que decir que el hecho de saber que eso pasará alguna vez (indicios sí que vienen dándose ya) no me ha tenido pensándolo todo el rato ni me ha impedido disfrutar de otra muy buena lectura.

A partir de aquí hablo a mis anchas, así que lo que digo siempre, no me importa que se deje aquí este texto y se vuelva después de haber leído la novela. No es que vaya a contar el final ni mucho menos, pero siempre me gusta avisar con tiempo para que nadie pueda decir que le pasó eso que a mí me da tantísima rabia que me pase.

"Muertos de papel" contextualiza en esta ocasión a nuestros policías en el mundo de la prensa del corazón. Si en "Ritos de muerte" se hacía un retrato del hampa de poca monta; en "Día de perros" el protagonista era el mundo canino, y en "Mensajeros de la oscuridad" se recreaban las sectas, Alicia Giménez Bartlett sigue esa línea de centrar su atención principal en una temática concreta. Es asesinado un Jorge Javier Vázquez cualquiera, llamado aquí Ernesto Valdés, y a su muerte acompañan numerosos acontecimientos que sirven como excusa para introducirnos en todas las miserias de este mundillo. La novela está escrita en 2000 pero podría haberse editado perfectamente ayer, y las situaciones que se cuentan quizá no diferirían en absolutamente nada en lo que a este aspecto se refiere. La era de 'Sálvame' ya se apuntaba entonces y continúa instaurada y bien en nuestros días. Y lo cierto es que hay salpicados en el libro muchos argumentos en contra de ella, pero también alguno que otro a favor, y que además se hace respetar.

Por lo demás, el dúo Petra-Fermín se ve en esta ocasión ligeramente quebrado por la aparición en escena de más policías que trabajan con ellos en el caso, como Moliner, y también salpicado por un mayor protagonismo del comisario Coronas, en permanente estado de crispación. En contraposición a ello, se da un respiro al local Efemérides y a los ex de Petra. Otro personaje nuevo es Amanda, la hermana de la protagonista, que vendrá a pasar unos días con ella para intentar poner orden en una vida sentimental seriamente amenazada.

La consolidación de esta serie se hace definitiva con esta novela. Empiezo a entender con más claridad que nunca por qué en nuestros días siguen publicándose entregas nuevas. Los personajes cada vez son más ricos en matices y su relación da un juego casi infinito, lo cual aprovecha espléndidamente la autora. Se destila solidez narrativa. Y eso es un valor seguro.

Por cierto, no todos los hallazgos son negativos, me gustaría compartir este enlace en el que se hace una muy buena reseña de esta novela y que pertenece al año en que se publicó.

No hay quinto malo... A ver qué nos deparará la siguiente.

martes, 28 de mayo de 2013

Los hermanos de la costa

Explotando el filón de esa revista de la que hablaba cuando hace una semana comentaba mis impresiones sobre Petra Delicado, decidí también echarle el ojo a otro autor de novela policíaca que ahí se citaba, llamado Juan Bolea. Aquí si que la incursión era totalmente a ciegas, porque de Petra Delicado sí tenía alguna vaga referencia, al menos me sonaba el nombre aunque no consiguiese recordar exactamente de qué, pero a Juan Bolea no lo había escuchado en mi vida. El que yo pensaba hasta hace unos días que era su primer título, 'Los hermanos de la costa' (2005), estaba en una biblioteca cercana, y aunque bastante tiempo después, al final me decidí a sacarlo y a leerlo.

Esta obra que ha caído en mis manos es de Ediciones B, y no se ofrece absolutamente ninguna información sobre Juan Bolea por ninguna parte dentro de la misma, ni siquiera esa breve biografía que suele aparecer en las novelas. Como tengo muy malas experiencias últimamente a la hora de buscar cosas de libros por Google, estaba decidido a no hacer ninguna incursión por esa vía, pero dado que la historia me ha acabado gustando, al final he caído en la tentación y he conseguido salir indemne, al menos por ahora. Resulta que Juan Bolea está considerado un referente importante en la novela negra en castellano, y nació en Cádiz, y este no es en realidad su primer título, sino el primero de la serie de la subinspectora De Santo, que va ya por su quinta entrega: casi nada.

Martina de Santo trabaja en Homicidios de la policía de Bolscan y es destinada a la investigación de un asesinato cometido en el pequeño pueblo costero de Portocristo. Tirando del hilo se dará cuenta de que son varias las muertes que se han producido en extrañas circunstancias, y sobre estos hechos van girando estas poco más de 400 páginas, que mantienen un nivel de acción considerable en todo momento y que he podido ventilarme en apenas cuatro días sin demasiado esfuerzo.

Algo que sí que no he querido buscar ha sido el origen de los dos topónimos principales, Bolscan y Portocristo. Entiendo que son lugares imaginarios, pero lo cierto es que no lo sé. Es posible que se refiera a ciudades reales y que solo haya cambiado los nombres, puesto que en algún momento aparece también citado expresamente Madrid. En cualquier caso, es un detalle menor. Particularmente me gusta más que los lugares sean reales, pero en el supuesto de que estos no lo sean, ello no es obstáculo alguno para que la novela cuaje igual.

El personaje de Martina, sin duda el principal, está muy bien trazado. Quizá se le atribuyen unos poderes detectivescos demasiado elevados teniendo en cuenta la época y el contexto de lo que se cuenta, pero resulta interesante. Todos los personajes, en general, están muy conseguidos: el inspector Buj, el comisario Satrústegui, los habitantes de Portocristo del primero al último... Incluso uno con claro tinte secundario como Carlos Martel es recreado con todo detalle. De algunos se da una información excesiva, que luego no tiene influencia alguna en la trama, pero que quizá sea importante en libros sucesivos.

El estilo en general de Juan Bolea podríamos calificarlo de ceremonioso. Sus descripciones son densas, el uso del calificativo y del sustantivo especializado llega a ser casi un abuso, pero su dominio de la escritura es francamente admirable. Da gusto leer y aprender vocabulario nuevo en abundancia, en este caso en su mayoría sobre el campo de la pesca y el mar, pero también sobre algunas otras cosas. En fin, es una forma de contarnos las cosas que a mí me engancha, y que de momento es lo que más pesa a la hora de decidirme a seguir leyendo esta saga. Se nota además que se ha documentado convenientemente (lo narrado se desarrolla a finales de 1983), y que no ha escrito una novela por escribirla, sino que se lo ha currado y mucho. No quiero decir con esto que otros escritores no lo hagan, obviamente, pero quizá Juan Bolea utiliza con mayor acierto esta baza.

Una última cosa que me gustaría apuntar es el recuerdo que me han traído algunos pasajes a 'La playa de los ahogados' de Domingo Villar, novela posterior que tan grata impresión me causó. En general son libros muy diferentes, pero la aparición de los cadáveres en la playa es algo que te hace asociar muchas cosas.

Afortunado descubrimiento pues el de este autor. La segunda novela se llama 'La mariposa de Obsidiana' (2006), y estoy seguro de que caerá pronto en mis manos.

lunes, 20 de mayo de 2013

Mensajeros de la oscuridad

A veces una simple revista colocada en una sala de espera es el origen de una gran lectura. Y no por la revista en sí, sino por cualquier artículo perdido en el interior de la misma.

Estoy hablando de hace varios meses. No recuerdo ni cuál era el título, pero sí que era una publicación periódica especializada en algo. En una de sus páginas se hablaba de determinados premios literarios que se habían concedido, y entre los de años anteriores, figuraba una novela de Alicia Giménez Bartlett (foto de la derecha) perteneciente a la saga de Petra Delicado, que tampoco recuerdo cuál era. El caso es que me picó la curiosidad y decidí tirar del hilo, me fui al primer título, 'Ritos de muerte' y lo saqué de la biblioteca. Disponiendo como dispongo de tiempo, y siendo como es el género policiaco el que más me gusta con diferencia, creo que siempre que se pueda hay que empezar por el principio, para situar a un autor y a unos personajes dentro de un contexto total y poder disfrutar de sus series con absoluta plenitud. Así se hace televisivamente (aunque es mucho más fácil, obviamente, y más con todos los medios que tenemos a nuestro alcance hoy en día): no se suele empezar a ver una serie por un capítulo de la mitad, sino por el primero , por lo que con los libros intento hacer lo mismo.

Y así asistí en 'Ritos de muerte' al nacimiento de la inspectora Petra Delicado y de su ayudante, el subinspector Fermín Garzón, que le sirve de magnífico contrapunto. De forma casual, ante la falta de personal en la comisaría, su superior Coronas les encarga la investigación de un asesinato a estos dos policías, novatos por completo en estas lides.

Al poco de comenzar a leer me alegré de mi decisión. El libro me resultó interesantísimo. Lejos de los medios y del espectáculo que proporcionan otras novelas de asesinatos, la relación de curiosa amistad surgida entre los protagonistas y las disquisiciones de Petra me engancharon irremediablemente. El retrato que la autora consigue de ambos, además, está dotado del grado justo de profundidad: una mujer que viene de vuelta, con dos divorcios a sus espaldas, por un lado; y un rudimentario viudo de gran corazón, por otro.

Así, al poco conseguí hacerme, en mis albores de la lectura electrónica, con 'Día de perros', segunda entrega, que consolida plenamente a esta pareja de agentes tan peculiares, y que recomendé en su día y sigo haciendo a todos aquellos que cuentan con la compañía de un can en sus vidas, ya que la documentación de la autora en este sentido es notable y engrandece muchísimo a este animal doméstico.

El tercer título, 'Mensajeros de la oscuridad', lo vi a un precio muy razonable en una librería de segunda mano y no dudé en hacerme con él, siendo el objeto principal de este texto, ya que acabo de terminarlo esta misma mañana.



Petra Delicado aparece por orden de arriba en un programa de televisión, ilustrando el día a día de un policía. Ello le sirve a alguien para tomarla por destinataria de un envío muy curioso: un pene convenientemente seccionado a su dueño y perfectamente conservado en formol, al que sucederá, otro, y otro... Las pesquisas llevarán a Petra y a Fermín, muy perdidos al principio, a adentrarse en el mundo de las sectas, para cuyo recreo, esta mujer de Almansa llamada Alicia Giménez Bartlett demuestra una vez más haberse documentado de manera ejemplar, como desvela en el apartado final de agradecimientos.

En conjunto, la novela cumple un lugar perfecto y muy homogéneo en la serie. Así como en otras sagas, habiéndome dejado todas un buen sabor de boca, podía ser capaz de decantarme por una obra antes que por otra en mis preferencias, las tres que llevo hasta ahora de Petra Delicado están en un nivel muy muy similar en ese aspecto. La primera me gustó, la segunda me gustó igual, y la tercera me ha gustado igual, ni más ni menos. No sé lo que sucederá a partir de ahora, pero confío en descubrirlo más pronto que tarde.

La sensación de equilibrio es constante de principio a fin. No da para verse uno desbordado por una impresionante fascinación, pero sí para mantenerse leyendo con sana curiosidad en todo momento, en pos de ese avance en la búsqueda que a veces parece demorarse, de esa nota cómica de Garzón, de esa reflexión o frase brillante de la inspectora ("Enfados, desencuentros, piques, reconciliaciones, batallas soterradas... Esta historia de las relaciones humanas no tiene remedio")... Y así se pasan 266 páginas en tres viajes de ida y vuelta de tren de cercanías, con ese pequeño giro en el momento justo del relato también.

Acaba de sucederme algo bastante ingrato mientras buscaba en Google un dato para aportarlo a esta reseña: el primer resultado que me ha arrojado, sin ni tan siquiera pinchar en el enlace, contenía lo que a todas luces parece un destripe (eso que ahora los entendidos llaman 'spoiler') absolutamente descomunal. Y tras el cabreo inicial, ahora no hace sino aumentar las ganas de seguir profundizando en una saga que se prolonga hasta nuestros días: este mismo año 2013 ha tenido lugar la publicación de 'Nadie quiere saber', la que hasta hoy es la novena entrega de una serie traducida ya a otros idiomas y que en su día incluso hicieron serie de televisión con Ana Belén y Santiago Segura en los papeles protagonistas, algo a lo que prefiero mostrarme totalmente ajeno.

No me queda pues más remedio que sacar 'Muertos de papel' (2000) de la biblioteca, que ya la tengo localizada, y ver en qué punto exacto llega eso de lo que lastimosamente me he enterado antes de tiempo.

viernes, 10 de mayo de 2013

La otra vida

(No me ha dejado subir fotos, no sé por qué. Lo seguiré intentando).

Mi amiga @Carmen_Quiros, propietaria de ese sitio tan personal y coqueto llamado El rincón de Carmenflower, quería desprenderse de este libro. Había empezado a leerlo, pero al llegar a determinada página (no sé exactamente cuál), pensó que se iba a convertir en un suplicio y decidió que no quería sufrir sin necesidad. Anunció en su espacio que lo regalaba, y yo, la verdad, no conocía más que el título y poco más, pero previendo que podía merecer la pena hacerme con él, me postulé como destinatario de dicho regalo.

De entrada tengo que decir que todo intento de teorizar sobre lo que nos espera después de la muerte me ha parecido siempre un acto de valentía. Habrá quien diga que es bastante fácil, porque se escriba lo que se escriba, nadie tiene argumentos para contradecirlo, pero para mí no es nada fácil. En este caso, además, la autora no se queda solo en ese enfoque, sino que tira en la medida de sus posibilidades de originalidad y nos ofrece una novela con muchos matices, donde la trama policial, por ejemplo, cobra también cierta importancia, aunque sin llegar a ser, obviamente, una historia que pudiera clasificarse en ese género.

Todo comienza con la violación y asesinato de Susie, de 14 años, a manos de un vecino. La chica comienza narrando ese último episodio de su vida y luego sigue contándonos todo lo que hay después, tanto en el cielo al que es enviada, como en la Tierra, a cuyo discurrir sigue asistiendo de forma privilegiada. Pocos narradores podrán por lo tanto ser considerados tan omniscientes como Susie, que realmente lo ve todo de todo el mundo, tanto lo que hacen como lo que piensan y sienten, sin añadir nada de su cosecha como suele suceder, por lo que el concepto cobra aquí todo su sentido.

Susie asistirá sin poder intervenir, y con ella todos nosotros, al comportamiento en su ausencia de sus seres queridos: su padre, Jack, y sus sospechas hacia el criminal; su madre, Abigail, y la nueva visión de su matrimonio; sus hermanos (Lindsey, apenas un año menor que ella, con su "síndrome del muerte andante", y el pequeño Buckley, que se entera de poco) y su abuela, Lynn, en el papel de superabuela por excelencia. Contemplará con mucho interés las investigaciones policiales a cargo del detective Fenerman, y será testigo de la forma en que el señor Harvey, su asesino, trata de eludir responsabilidades, y con todos esos ingredientes se forma una historia que posiblemente tenga mucho de autobiográfico, a juzgar por la presentación de la autora que se nos muestra en la edición de DeBolsillo que Carmen me regaló.

(OJO POSIBLE DESVELO DE TRAMA EN ESTE PÁRRAFO) No obstante, casi 330 páginas me han parecido demasiadas para lo que aquí se cuenta. Tras una primera parte intensa y que va sorprendiendo para mejor a cada instante, la cosa se estanca un poco a partir del capítulo 10, con pasajes que en mi opinión son perfectamente prescindibles por su nulo aporte a la historia, y pese a que parece que va a resurgir dignamente un par de veces, acaba por marcarse un final bastante desafortunado en mi opinión, que hace que, en conjunto, y pese a que en líneas generales puedo decir que me ha gustado, no vaya a recordarla seguramente con entusiasmo.

(AQUÍ YA NO DESVELO TRAMA) También querría comentar que no me ha parecido una historia para nada lacrimógena. Por supuesto que es muy triste lo que sucede, pero creo que la autora trata de huir de la visión conmovedora y es uno de sus mayores logros a la hora de retratarnos la situación. Obviamente, luego está la sensibilidad de cada lector y cómo le afecten determinadas circunstancias, pero yo, que ya he llorado con unos cuantos libros en mi vida, me parapeté con el paquete de pañuelos de papel por si acaso, y ni siquiera he llegado a sentir remotamente la posiblidad de tener que utilizarlo, pese a conseguir estar bastante concentrado en la historia.

Otra gran virtud en mi humilde opinión es que Alice Sebold consigue transmitirnos en todo momento una imagen del cielo como algo lleno de magia. Yo, que confieso que a esto de la muerte y saber qué hay detrás siempre le he tenido muchísimo respeto, no tendría ningún miedo a morirme si tuviese la certeza de que todo es como ella lo cuenta. Y para conseguir ese enfoque no ha necesitado fabricarse un Edén, ni mucho menos: ya lo veréis a medida que vayáis profundizando en la lectura.

En definitiva, una novela original, muy intimista por momentos, pero que se queda un escalón por debajo de ser una gran historia, lo que no quiere decir que no sea una lectura recomendable para todo aquel que alguna vez se haya planteado qué hay después de todas las miserias de nuestra existencia.

Me gustaría cerrar este texto sobre el libro aportando algunos pequeños pasajes que he ido recopilando durante la lectura, y también ampliando información acerca de por qué el final me ha parecido lo que me ha parecido, así que si tenéis pensado leer el libro os aconsejo que dejéis de leerme a mí aquí, y luego vengáis cuando ya os lo hayáis leído.

"Durante tres noches no había sabido cómo tocar a mi madre o qué decirle. Nunca se habían sentido desesperados al mismo tiempo. Por lo general, uno necesitaba al otro, nunca se habían necesitado a la vez, y por tanto había habido una manera, tocándose, de tomar prestadas las fuerzas del más fuerte" (página 25).

"Si dejas de preguntarte por qué te han matado a ti en lugar de a otro, y dejas de investigar la sensación de vacío que ha dejado tu muerte, y de preguntarte qué siente la gente que has dejado en la Tierra, entonces podrás ser libre. En otras palabras, tienes que renunciar a la Tierra" (página 125).

"[Abigail] necesitaba que Len expulsara de ella a su hija muerta" (página 156).

"Era más fácil echar la culpa a alguien que sumar las cifras cada vez más elevadas de lo que había perdido" (página 162).

"Cada vez que esos desconocidos pronunciaban mi nombre yo sentía como un alfilerazo. No era la agradable sensación que experimentaba cuando lo decía mi padre [...]. Era la sensación de ser resucitada y enterrada a la vez dentro del mismo aliento" (página 223).

"Nadie podía haber previsto cómo mi muerte iba a cambiar pequeños instantes en la Tierra" (página 230).

"-Entonces, si te dijera que Susie ha estado en la habitación hace diez minutos, ¿qué dirías?
-Diría que estás loco y que seguramente tienes razón" (página 281).

Decía antes que el final me parece bastante desafortunado. Y me lo parece porque resulta demasiado terrenal, teniendo en cuenta la clave espiritual en que se van desarrollando hasta ese momento los pensamientos de Susie. Esa "segunda oportunidad" que se le concede, y el hecho concreto para el cual la aprovecha (teniendo en cuenta además lo traumático de una situación similar previa), me parece un completo sinsentido, y creo que hace que la historia se abandone a algo absolutamente tópico, trivial, facilón... cuando la historia no necesitaba para nada eso. Supongo que todo viene por el hecho de querer darle un final contundente, pero paga un precio demasiado alto. Naturalmente es mi opinión.